
Sus manos acarician aún el recuerdo de mis cabellos, en su falda el mundo era más bello, más simple. Toda distancia se reducía a la unión de nuestras manos, caminar con ella de la mano en este camino que nos puso la vida era seguro.
El tiempo juntos era eterno, era perfecto, ahí estaba para mí, me escuchaba, me sonreía, pero lo mejor de todo era que dejaba que yo estuviera, que la oyera, que la aconsejara, que compartiera sus dolencias, sus dudas, sus alegrías, sus grandes pasos.
¿Cuántas veces me habrá mimando, en su cuarto aislando los males?
¿Cuántas veces habré secado sus lágrimas con sonrisas y abrazos?
Ella era una niña, yo no muy grande, me creía grande.
Recuerdo la melodía de sus besos que me daba todo el tiempo, sin miedo a que dijeran los demás, sin miedo a la confusión... sin miedo... pues entre nosotros todo era puro, todo era bello, todo era nuestro.
Ella, sin dudarlo, tomaba mi mano que fielmente yo extendía para no caminar solos, sin compañía, para ayudarnos, para servir de apoyo y sostén si por algo uno caía, y por eso quiero todavía, que de mi mano, la de su "hermano", seguíamos por la vida.
Su madre, con el tiempo, fue mi "madre", sin desplazar a la mía. Sus risas fueron mías, sus noticias, sus más pequeños detalles fueron míos, pero siempre de ella.
Yo, su hermano de la vida, el que siempre estaba, poco a poco, dejé de ver el sol en sus dorados cabellos, el centelleo de sus ojos claros cuando me veían llegar.
El vaso de agua que me preparaba cuando escuchaba mi singular toque de puerta.
Con el tiempo la nena creció, yo también, y el mundo siguió girando, pero ella más lejos de mi lado, o mejor dicho, yo más lejos de ella.
Ya no me mima como antes, y lo entiendo, ya no la abrazo tanto, muchas cosas han pasado.
Sus secretos ya no duermen conmigo, sus problemas ya no son míos, estoy muy perdido.
¡Lamento tanto el camino que he tomado! el camino que de ella me ha separado.
Ahora algo es cierto, cada vez que la veo me lleno de felicidad pues aún me ama, aún su madre es la mía, aún me espera. Aún centellean sus ojos y aún está para mí y por muy diferente que sea, por más que la mar y la arena no nos acompañen, que los atardeceres solo sean un recuerdo, que en nuestras vidas haya más gente, que ya no sea la niña que lloraba en mis hombros simplemente por que creía que no la quería, aunque pase mucho sin verla, siempre habrá un mate esperándome, siempre será como siempre, y estaremos caminando de la mano, juntos, por que ella es UNA HERMANA QUE ME HA DADO LA VIDA.
