26/9/23

Asmodeita

A ella le gustan mis prosas,

yo las quiero escribir en su piel.

Mi lengua canta como rocío

 gota a gota, la musa de su placer.

 

Casi puedo saborear

en el aire su calor.

La fragancia de su sexo palpitante

despierta “seres” en mi interior.

 

Su piel es papiro en blanco

para la poesía en mis manos.

Su cuerpo la carne que devoran

viejos fuegos demoníacos.

 

Mi respiración cerca de su oído

activa en ella una danza pagana.

Su yugular queda expuesta

cunando acerca su espalda.

 

El violeta atenúa

el brillo del lugar.

La luna nos espía

por un tapeado ventanal.

 

En la curva de su cintura

me entrego al viaje

que me propone

el vértigo de sus caderas.

 

Mi tacto se precipita

al secreto de sus piernas.

Mordisquea su boca un dedo,

y yo beso su inseguridad.

 

Con Apolo rivaliza la música

creada en esa habitación,

melodías robadas a Euterpe

en un descuido de amor.

 

Asmodeo se sorprende

ante el acto de nuestras sombras

que juegan mientras Erebos

no quiere mirar.

 

De pantanos oscuros

en mi interior,

de flores putrefactas

sale a jugar mi dolor.

 

Ella lo recibe, lo besa

le da la bienvenida,

lo mira a los ojos,

sonríe, se entrega.

 


Ellos toman el control

luces y sombras,

uñas y dientes,

sexo y amor.

 

El convexo de mis besos

rueda buscando

su “Fontana di Trevi”

para SU placer en mi lengua.

 

Cual amazona cabalga,

siendo mi cabello las riendas,

mientras inspira “Venus”

su grito de guerra.

 

Me clama presurosa.

Acudo con denuedo,

mientras mis manos desgarran

donde antes pasaron mis besos.

 

Me entrego al néctar

debajo de su cuello.

Elevan mis manos su pierna.

Se pierden nuestras fronteras.

 

Su corazón palpita

A la diestra de mi pecho.

El mío hace lo propio,

Completando nuestros cuerpos.

 

Nuestras miradas se descubren,

Se juntan nuestros labios.

Me envuelve entre sus piernas,

La recorren mis manos.

 

Con mis ramas estrujo

para que no pueda escabullirse.

Y allí, “prisionera” en mi abrazo

nunca se sintió más libre.