28/12/21

El terremoto de la soledad

 

No sé cómo arrancar con esto. Doy vueltas y vueltas, pero no encuentro la forma. Quizá lo mejor sea
ser sincero. Creo que quisiera que alguien lo leyera y me entendiera, que se sintiera identificado y supiera que le entiendo.

Luego de un día de risas, sin importar el motivo comienzas esa lucha con tus demonios internos tan fuerte, tan dura, tan dolorosa.

La tristeza quiere entrar como caudal de agua helada por todos lados e inundarte, ahogarte.

El nerviosismo mueve tu cuerpo involuntariamente, suave, sutil, pero lo hace.

Sientes erizar tu nuca, y a todos estos demonios reír, mientras tus miedos te llaman.

Pero ahí estás, caminando, tratando de pelear con ellos solo. Muchas veces solo pues no sientes que la gente comprenda, que crea en ti y no que es un “numerito”. Y ahí estás, haciendo lo mejor que puedes, y a veces sales victorioso.

Pero una tarde, en un probador de ropa, ya no puedes. Son muchos combates, son muchas batallas en silencio, rodeado de gente, pero en silencio, y no puedes más.

Debes salir del lugar, debes tratar de refugiarte en ti.

Sientes los grilletes en las manos, sientes el cuerpo pesado. Tus piernas se tensan, las manos ya bailan a su propio ritmo, y tu cabeza nunca tuvo tanto ruido.

Mientras atraviesas la plaza te parece oír los pensamientos de las personas que crees te miran.

Te quitas la ropa, acudes a la pastilla y te dejas caer.

Nunca te sientes más débil, más tonto, más derrotado que cuando debes acudir a este método. Tan ínfimo, tan incompetente.

Así y todo, ahí estás, sigues luchando, entendiendo, o tratando de entender que te pasa, sigues combatiendo, lo quieres llevar lo mejor posible, tratando de no hacer cosas que te dañen, tratando de que las piernas y manos aflojen, pero a veces es en vano.

Luego agradeces el momento en que tu cuerpo se afloja, donde la respiración ya no es agitada, y donde te duermes.

A veces en tus sueños sigues en esta batalla. ¡Por Dios! ¡Ni así te dejan descansar!

Al despertar, aún alerta, aún bajo los efectos de la pastilla decides hablar, contar.

¡Qué triste ver como se repite lo mismo!

Tratas de que te oigan, que de verdad te escuchen, que se entienda lo que dices, pero no sucede. Estamos tan encerrados en nosotros mismos que cuesta entender. La injusticia duele, a algunos más que otros, pero duele.

Pero en ese momento, en el que vuelves del sueño, como dije: alerta y bajo una pastilla que más que ayudarte a calmar te hace sentir menos de lo que eres: hablas y buscas ser tú el entendido... pero no siempre funciona.

El silencio, el abandono, el enojo no es lo que esperas, ni lo que necesitas.

Y vuelves a tus combates. 

 Y ahí estás, solo, como dije, de nuevo, peleando con más, y es un momento muy bajo, uno que genera brechas.

Y te sientes solo.

Y estás solo.

Estoy solo.

….

Extraño a mi vieja.





31/8/21

La muerte de hoy

 Tengo toda esta nostalgia en mi interior, una que no es mía. Se desdibuja, se mezcla con miedos, con los míos, los suyos. 

Extrañando personas sin rostro, proyectándome en el futuro, uno tan incierto, pero con tan solo una certeza: la muerte.

¿Cómo es posible que en este preciso momento todos se torne negro y gris?

Los sueños se convierten en neblina.

La esperanza: en miedos.

El camino: una sentencia, 

y todo lo que me llena de vida: en flores marchitas.

Hoy, ahora, en este instante, le temo a la muerte. Sí, lo sé, se me pasa en breves, pero vierto mi corazón en estas líneas, diciendo lo que mi alma guarda: "Hoy temo a la muerte."

El saber "el fin," la nada...

Temo la muerte, pero no por mi vida, o no únicamente por eso, temo la muerte por todo lo que morirá cuando yo me vaya.

Tantos sentimientos, los recuerdos, las historias que guardo en la comisura de mis sonrisas.

Todos esos secretos que llegarán sin ser contados, cumpliendo mis promesas.

Todos los besos que aún no he dado.

Los besos de mi madre, los abrazos de mi padre.

La complicidad con mis hermanos.

Las comidas y consejos de mis abuelos.

La madre segunda que la vida me ha dado.

Las ganas de no perder a mis primos.

Las ayudas de mis tíos.

La increíble y caótica casualidad de coincidir con mis amigos, y con quienes quiero.

Mis hermanos de la vida.

Los amores fracasados.


...

Cuando sostuve a mi hijo en brazos.

...

La primera vez que la vi... 

Todo eso muere, hoy para mí, muere.

No se propaga en el tiempo. No se eleva con la brisa de la primavera mezclándome con la vida y color.

No hay eternidad.

Hoy, para mí, solo hay oscuridad al final.

Hoy, en un futuro, solamente seré recordado por el olvido.

Y lo digo de nuevo, sé que en unos minutos la vida me abrazará con su caos, con sus aromas, sorpresas, colores. Con el amor que me espera. Con las historias de mi hijo esperando para ser oídas. Con comidas con mis padres y hermanos. Con la cerveza con amigos... con sus ojos, piel y sus labios... 

Pero como ya dije también, esta nostalgia no es mía, y no sé si me asusta más el irme primero, o vivir lo que me quede sin ti.