20/11/09


Su voz se oía triste
en el teléfono.
Su amado no llegaría,
hoy que podían,
el amante trabajaba
y ella sola se quedaba.
Negro, solo negro
era para él
el cielo de esa noche.
Se la imaginaba
entre sábanas frías,
sin el calor
de sus caricias.
Pero maniobra del destino
el problema fue arreglado
y él salió temprano.
Su rostro lucía
la más hermosa
y amplia sonrisa.
Enamorado como estaba,
y sabiendo que ella
también lo amaba,
se decidió sorprenderla.
Bailó feliz por la calle.
Cortó una flor que
llevaba su nombre,
el de su amada.
Ya era la madrugada
y entró a su casa.
Oyó un ruido arriba,
aún ella dormía,
él no quiso despertarla.
Loco de amor
y feliz de sorprender
a su amada,
avanzó en silencio.
De repente un vapor
le inundó la cara.
Un gemido de
mujer acompañada,
una afirmación repetitiva,
y en el pecho del amante
el corazón se marchita.
No dijo nada
mientas se alejaba
y oía a su amada
pedir más de aquel placer.
Copos de nieve
de sus ojos caían,
y un "Te Amo. Te extraño"
en su pecho se pudría.
Dejó la flor sobre la mesa
en silenciosa agonía
y oía las palmadas
que su amada,
gozosa recibía.
Cerró la puerta
sin despedirse,
de ella,
del amor...
de su vida...
Y comenzó a caminar
en la fría noche,
y volvió a estar
como, hace ya un tiempo,
la había encontrado.
Caminando,
cabizbajo ,
con el corazón
en los bolsillos,
destruido,
dolido,
sin esperanza
y rodeado de una gran
he inmensa soledad.
Pero al caminar
esta vez
sangre en lágrimas
de su espalda bajaban
a causa del puñal
que clavó
quien decía
que le amaba

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